A los masones nos gusta definir la Orden como un “sistema ideológico y moral particular, expresado mediante alegorías e ilustrado por símbolos”. En este sentido, nuestros templos son un universo de símbolos, algunos de origen cósmico, como la luna, el sol, la bóveda celeste estrellada… otros tomados de los oficios y herramientas de las antiguas asociaciones de canteros -el compás, la escuadra, el cincel, la regla, el mazo, etc.- y otros provenientes de tradiciones caballerescas. Podemos decir que a los masones nos gusta mucho el simbolismo, pero, ¿a qué es debido este fuerte apego a los símbolos?
Una de las metas de un masón
Es el estudio del propio hombre y, en esta época en la que el pensamiento científico parece imponerse como única norma de verdad y modelo del saber humano, el símbolo se hace necesario como vía alternativa para aprehender una realidad cósmica consustancial al ser humano, de la cual la ciencia no da respuestas. Para Mircea Eliade, “la función del símbolo es revelar una realidad total, inaccesible para el resto de los medios de conocimiento”.
El simbolismo implica
Una filosofía en la que lo real no se reduce exclusivamente a lo que se manifiesta, es decir, que habría un sentido detrás de esa apariencia. De igual manera, los masones creemos que los símbolos abren al conocimiento, que no podemos reducir el conocimiento del hombre y el universo a un mero análisis estadístico de un conjunto de datos, de reducir lo cualitativo a lo puramente cuantitativo.
Así, habría otras verdades aparte de las verdades científicas que no se situarían en el mismo plano, que nos remitirían a otra realidad oculta a los sentidos, y que serían percibidas por nuestro espíritu y alma dentro de lo que podríamos llamar pensamiento simbólico. Como concluye Henri Tort-Nougués en “La idea Masónica” (Ed. Kompás, 1997), “habría pues un conocimiento ciertamente distinto en todos los sentidos del saber científico, y que sería de igual valor aunque sea de naturaleza y forma diferentes”.
Un símbolo sería
Pues, una imagen apta para hacer visible lo invisible y, en este sentido, un compás, escuadra, una piedra bruta, etc. serían “el significante”, y lo que no vemos o percibimos inmediatamente de ellos serían su “significado”. Es verdad que en masonería un significante puede remitir a una pluralidad de significados y que todo símbolo anima e invita a todo masón a descubrir su significado, como un enigma que en lugar de bloquear la inteligencia la provoca y despierta.
No obstante, y esto es importante
Que un símbolo pueda remitir a una pluralidad de significados no significa que la libertad de interpretación de los símbolos sea absoluta y que un símbolo tenga la capacidad de expresar cualquier cosa. En masonería, los símbolos suelen expresar conceptos delimitados, inscritos en una simbología masónica general dentro de la historia de la institución, los cuales sirven de guía y referencia al masón en su progreso masónico. El pensamiento simbólico se presenta así como el instrumento del masón y los símbolos como nuestras “guías espirituales”. Mediante el uso de la simbología, la francmasonería ha podido comunicar sus ideas por medio de un idioma universal y singular.
Los aspirantes a Maestros Masones deben aprender aproximadamente sesenta símbolos básicos a medida que avanzan por los diferentes Grados (“Símbolos de la Masonería”, Robert Lomas, 2020). Del significado de algunos de ellos hablaremos en las siguientes entregas.
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